Carta abierta a los represores de Vesubio


Gracias, militares y miembros de las fuerzas de seguridad que fueron el brazo ejecutor de la última dictadura cívico militar y represores en el centro clandestino El Vesubio, que por fin van a ser juzgados a partir de hoy.  Gracias general Héctor Gamen, coroneles Hugo Pascarelli y Pedro Durán Sáenz, gracias integrantes de Servicio Penitenciario Federal Ramón Erlán, José Maidana, Roberto Zeoliti, Diego Chemes y Ricardo Martínez.
Gracias por enseñarnos que con una dictadura los problemas de nuestro pueblo sólo se agravan al ordenar desde el estado nacional desapariciones, asesinatos, violaciones, robos de bebes y de bienes materiales, intervención de sindicatos, centros de estudiantes, enorme aumento de la deuda externa y entrega del patrimonio nacional, guerra irresponsablemente declarada y peor dirigida, censura y engaño permanente al pueblo argentino.
Ustedes se escudaron en perdones por decreto, que posteriormente trataron de imponer con los levantamientos carapintadas, y las leyes de impunidad vigentes hasta hace poco tiempo.
Tal vez algunos de nosotros hubiéramos olvidado parte de estos crímenes, de este genocidio, si no siguieran sus voceros recordando lo que llaman guerra sucia o que denominan ustedes mismos lucha contra la subversión. En innumerables ocasiones han hecho y siguen haciendo declaraciones reivindicando sus crímenes a través de protagonistas como los generales Menéndez y Bussi o de sus fieles defensores como Cecilia Pando, el ex juez Bisordi y algunos empresarios como Martínez de Hoz, periodistas como Mariano Grondona, obispos y sindicalistas que siempre los han elogiado.
Gracias por recordarnos que dieron un golpe de estado, uno más de una larga serie, con la excusa siempre esgrimida de salvar a la patria. Sin embargo, ésta no es la única razón por la cual les estoy agradecido. Durante la dictadura y hasta nuestros días ustedes han sido capaces de mostrar muchas cosas importantes al mundo, y por eso merecen nuestra gratitud.
Gracias por mostrar a todos la peligrosidad de monjas francesas que merecían ser arrojadas vivas al mar y por asesinar a los ex sacerdotes Pablo Iacono y Juan Marcelo Soler. Por determinar la culpabilidad de 500 bebes que luego de matar a sus madres había que entregar a familias militares o amigas para que sean educados en la fe occidental y cristiana.
Gracias por librarnos mediante el asesinato de sindicalistas como Oscar Smith, Víctor Volloch, Luis Pérez y centenares de compañeros que confiaban en la libertad sindical y en la democrática representación de los trabajadores. Gracias por eliminar también a estudiantes secundarios que exigían el boleto estudiantil y otras medidas revolucionarias como Mirta Diez, Gabriel Dunayevich, Juan Cárlos Mártire y Mauricio Weinstein.
Gracias por asesinar a Generosa Fratassi y a María Luisa Martínez de González, enfermera y partera del Hospital de Quilmes por haber tenido el atrevimiento de avisar a la madre de una secuestrada que había parido una niña en ese hospital.
Gracias por librarnos picana y fúsil en mano de escritores como Haroldo Conti, Osvaldo Balbi, Héctor Oesterheld que desde el 58 nos educaba con El Eternauta y por asesinar a sus cuatro hijas. Por impedirnos ver la nueva obra de Raimundo Gleyser que con Los Traidores y Méjico Revolución Congelada, ya nos mostraba como según ustedes no había que hacer cine.
Gracias por torturar y desaparecer a abogados como Norma Falcone, Abraham Hochman, Elías Semán, Enrique Courtade, Oscar Oshiro y Donato Paludi, entre muchos otros. Su ejemplo de poner la profesión al servicio de las víctimas y presentar habeas corpus hubiera cundido más de lo admisible.
Gracias por aniquilar prestigiosos psicólogos como Marta Brea, Beatriz Perosio (presidenta de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires) o María Goulecozian, del Hospital Posadas. O a médicos como Ofelia Cassano, Rodolfo Borroni, Oscar Guidot, Norma Leiva y Alberto Varas y también a peligrosos odontólogos como Rubén Kriscautsky
Tampoco les tembló la mano para eliminar al único atleta federado desaparecido, el corredor de carreras a pie Miguel Sánchez por el que seguimos corriendo, aquí en Buenos Aires y en Tucumán y también en Italia, la Carrera de Miguel.
Pensaron que no teníamos suficiente con esos servicios a la patria y entonces eliminaron a docentes primarios, como María Ester Donza, Blanca Angerosa, María Teresa Trotta o Roberto Cristina y profesores de literatura como Susana Ossola.
No podemos dejar de agradecerle que también la emprendieran contra bioquímicos como Adolfo Moldavsky o contra amas de casa como Alicia Cabrera porque buscaban a sus 4 hijas, que luego asesinaron.
Se esforzaron por librarnos de siniestros extranjeros que seguramente envenenaban nuestras mentes como los  uruguayos Elsa Gándara, Eber O’Neill, Ester Gersberg, o su marido el español Luis Diaz Salazar. El mismo destino tuvieron entre otros el austriaco Wolfang Achtig, los paraguayos Federico Tatter, Porfiria Araujo, Daniel Esquivel, Marlene Kleger Krug.
Igual que Jorge Mendoza, estudiante de cine peruano; Oscar Urra Ferrarese, obrero chileno, la francesa Francoise Dauthier secuestrada con sus dos bebes y Elizabeth Kasseman de Alemania a quien fusilaron junto a otros quince compañeros en Monte Grande, rematándolos en el suelo con dos balazos de FAL en la cabeza a cada uno, con la ayuda del general Sasiaiñ y soldados del Regimiento 3 de infantería de La Tablada, del cual dependía Vesubio.
Gracias por la imagen de nuestra patria en el mundo, auto titulándose Derechos y Humanos mientras secuestraban Madres de Plaza de Mayo y reprimían a los organismos de Derechos Humanos.
Gracias por unir al pueblo argentino, más allá de sus diferencias políticas en el repudio a toda forma de dictadura y por que utilizamos las instituciones que ustedes cerraron y prohibieron.
Gracias por permitirnos a todos, los anónimos que aprendimos a manifestar en las calles intentando parar un proceso en marcha, conocer la sensación de impotencia, y luchar contra ella para transformarla en democracia.
Gracias por recordarnos sus crímenes y no lograr ocultarlos con obediencias debidas y excusas pueriles.
Aprovechen este juicio, limitado y parcial para recordar todas sus hazañas.
Sepan que nosotros y las generaciones que nos sigan no los olvidaremos.

Jorge Federico Watts –sobreviviente de Vesubio, testigo en el juicio contra ustedes- febrero de 2010. Los nombres mencionados son sólo una pequeña parte de las miles de víctimas asesinadas por ustedes en el Vesubio.